miércoles, 13 de junio de 2012

EL MUNDO RURAL Y SU ESCUELA, MUCHO MÁS QUE NÚMEROS


Cuando el medio rural muere, también desaparece una parte de las ciudades... Nos enfrentamos a una situación paradójica, y es que el desarrollo rural es un asunto que nos afecta a todos pero nadie se da cuenta de ello. Las zonas rurales son biotopos vivientes a los que no pueden renunciar nuestros ciudadanos.
Franz Fischler, miembro de la Comisión Europea y responsable de agricultura y desarrollo rural hasta 2004

La cultura rural ha sido siempre silenciada y menospreciada. Tal vez hoy, comparándola con la cultura urbana dominante o considerando  la densidad de población, podríamos sacar una conclusión primaria y sesgada sobre su utilidad. Pero antes, cuando la población y el trabajo rural eran mayoritarios, también se consideraba como ser de segunda categoría a la persona de pueblo y a lo rural dándoles la calificación de “primitivos”, “retrasados” o “paletos”.  Los conocimientos agrarios, la tecnología aplicada, la sabiduría  medicinal y  gastronómica, el conocimiento y cuidado de la naturaleza y de sus cambios, el tipo de vida más comunal, etc. no han sido nunca suficientemente valorados. Y la causa ha estado en el dinero, que ha fluido siempre en las ciudades y ha permitido exponer sus características como deseables, ocultando sus muchas desventajas. Ahora, después de unas décadas de un cierto reequilibrio, vuelve el sesgo económico a decirnos que somos menos dignos de servicios porque tenemos menor densidad de población o porque costamos demasiado. Se vuelve a olvidar lo que lo rural aporta a la vertebración del territorio, al cuidado de nuestra riqueza medioambiental, a la producción de alimentos, etc.  Se vuelve a apostar por la despoblación.

De la palabra negación se dice “la carencia o falta de una cosa”, “dejar de reconocer”, “no admitir su existencia” y “ocultar, disimular”. Si lo aplicamos a nuestro caso del mundo rural, se traduce en una única idea con diversas formas. Dejar de reconocer lo rural significa que en un primer momento ha sido nombrado para ser, inmediatamente, rechazado e ignorado. No admitir su existencia quiere decir que en ningún momento ha sido una realidad pensada pues, desde el principio, se niega su existencia; si se niega su existencia es porque no existe como realidad, y si no existe como realidad no se puede pensar en ella. Por tanto, el mundo rural y sus escuelas se convierten en una realidad invisible, silenciada y excluida del pensamiento social, hegemónicamente construido bajo la mirada y el pensamiento urbano. Podemos, pues, hablar de la urbanización del pensamiento educativo. Así y todo, de un modo u otro, también ocurre que el mundo y la escuela rural son pensados como realidades y, en tal caso, cabe preguntarse: ¿cómo son pensados? No hay que dar muchas vueltas al asunto para descubrir que son situados en un lugar secundario, subordinado y de inferioridad con respecto a las escuelas de verdad. Y calificar de este modo a las escuelas rurales es asignarlas a la categoría de lo negativo, frente a las escuelas de verdad, urbanas y prototípicas, a las que se les hace pertenecer a la categoría de lo positivo. Inevitablemente, la pertenencia de las escuelas rurales a esa categoría desprende una imagen devaluada y estereotipada. Vázquez Recio (2008)

UNA EDUCACIÓN DE CALIDAD PARA TODO EL MUNDO

Sin perjuicio de que a lo largo de la enseñanza básica se garantice una educación común para los alumnos, se adoptará la atención a la diversidad como principio fundamental. Cuando tal diversidad lo requiera, se adoptarán las medidas organizativas y curriculares pertinentes, según lo dispuesto en la presente Ley” (artículo 4-3 de la LOE)

Todos, asimismo, tienen derecho a acceder a niveles superiores de educación, en función de sus aptitudes y vocación, sin que en ningún caso el ejercicio de este derecho esté sujeto a discriminaciones debidas a la capacidad económica, nivel social o lugar de residencia del alumno”. (Artículo 1-2  de la LODE)

Vivimos en un país donde la educación básica es universal y gratuita. Para que la igualdad sea real  debemos también atender a la equidad. Si la igualdad de oportunidades no es la misma porque las condiciones personales, familiares,  geográficas o de población inciden en la calidad del servicio, estamos poniendo a un determinado alumnado en situación privilegiada sobre otro. La educación trata de dar el mayor grado de formación a cada alumna o alumno de forma “que les permita el desarrollo de su propia personalidad y la realización de una actividad útil a la sociedad” (artículo 1-1  LODE). Cada persona tiene un desarrollo y unos condicionantes a los que hay que atender. Sería mezquino que alguien sugiriera que como una persona con un determinado grado de deficiencia intelectual nunca podrá obtener el graduado, no merece la pena que la sociedad se gaste el dinero en darle educación y dejemos de invertir en profesorado o colegios que puedan formarles. Esto que nos parece grave en el caso anterior por lo que supone de instrumentalización de la educación, nos está empezando a pasar en la escuela pública rural. Porque no se mira con criterios de gobernabilidad sino con criterios económicos; porque no se apuesta por la igualdad sino por el darwinismo social; porque no se planifica a largo plazo sino dando respuestas desligadas y sectoriales.

Nos urge darnos cuenta de que lo rural y su escuela no es un grano molesto en el cuerpo social sino una apuesta por el futuro, una inversión en medio ambiente y en cultura, sacar a la luz unos valores determinados imprescindibles para la sociedad actual. Porque “se admite abstractamente desde hace décadas el valor decisivo de la educación para la prosperidad y el bienestar social; pero no se reconoce con obras tal valor eminente”. Altarejos, en Varios (2003). Si el alumnado ve que los servicios y   las oportunidades están en las ciudades van a interiorizar que aquello es bueno y el pueblo es malo.
Si favorecemos que vivan en su entorno con las mismas oportunidades, si les ayudamos a valorar lo que tienen, tal vez entonces puedan comprender que ser agricultora-en-su-pueblo no está reñido con estudiar economía o que ser pastor-en-su-comunidad y estudiar historia no son aspectos incompatibles o que hay muchos tipos de empresa que se pueden constituir en su núcleo pequeño. Puede ser que les ilusione estudiar porque comprendan que saber les hace más personas y les permite conocer mejor lo que hacen.
Que al final  sepan vivir en lo rural y lo urbano aunque elijan un medio de los dos para echar raíces. Que, como manifestaba Jaime Izquierdo, sean capaces de recorrer el mundo y de volver a su pueblo. O también, que conozcan su pueblo y entiendan el mundo.
Comprender su realidad y estudiar conllevará posiblemente que sepan desarrollar nuevas profesiones o las profesiones tradicionales de una manera nueva  como apunta Rodríguez Felgueroso. Profesiones que tal vez no tengan que ver con el modelo actual (por ejemplo, una casa rural que vuelva a sus orígenes; una agricultura no intensiva; unas empresas sociales o comunales; un turismo del sosiego; una vida ecológica...) o quizás sí (por ejemplo agricultura intensiva mejor gestionada, ganadería estabulada más rentable, hoteles con oferta excitante...)

bibliografía
·         VÁZQUEZ
 RECIO
, Rosa.(2008). 
Las Escuelas Rurales: Un lugar en ninguna parte. Las ciudades invisibles del mundo educativo. http://www.aufop.com
·         Varios (2003) Ética docente. Ariel educación. Barcelona. , p.50
Ángel Gambín Gallego, maestro.

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